Rosaura Castán ha tenido poca suerte en la vida. Su madre murió cuando ella era una adolescente en un accidente y se culpa de esa tragedia. Ese hecho provocó el extrañamiento de su familia. Desde muy joven aprendió a vivir sola; tuvo un niño, Adrián, fruto de una relación esporádica y a quien quiere con toda su alma. El muchacho era el hijo perfecto, excelente estudiante de la carrera de matemáticas, adoraba a su madre… aunque había cosas que no le contaba.
Cuando Adrián aparece asesinado en un parque de Madrid, Rosaura, literalmente, enloquece de dolor, hasta el punto de que, ciega de ira, arrolla con un coche a un joven conflictivo al que todo apuntaba como el autor del homicidio.
Rosaura es llevada a juicio y condenada a prisión por la muerte de un inocente. El asesino de su hijo sigue libre, así que la única obsesión de la mujer cuando obtenga su primer permiso penitenciario será encontrar como sea al verdadero culpable del crimen.
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Impresiones
De nuevo, una gran novela de Inés Plana. Respondiendo como todos lo haríamos ante la pregunta acerca de lo que sería capaz de hacer una madre por amor a un hijo, se plantea una trama en la que la venganza es equívoca, y la redención, necesaria.
Culpa, provocación, equivocación, cárcel y huida. Cosiendo el tejido extendido sobre la mesa, una autora bien intencionada sabe ganarse al lector y confecciona la prenda conocida como novela de acción y suspense, en la que el protagonismo lo gana el giro de tuerca que surge desde la cruz verde de una farmacia.
Asesinato tras asesinato, corazón roto tras corazón roto, la muerte del hijo conduce a la madre a enfrentarse a su propio destino, a salirse de los límites definidos por la ley y a convertirse en aquello que el título de la obra dispone en letras mayúsculas presidiendo una portada más que atractiva. Labor de equipo tras reflexión y sabiduría individual.
Muere Adrián y todo comienza. Y es cíclico todo lo que vuelve al comienzo, incluso si el comienzo es muy distinto del final. Buenas acciones y malas decisiones, pero, sobre todo, el encuentro con la maldad, juego macabro de dos mentes perturbadas en las que el sexo y la muerte bailan un tango al filo de una línea demasiado delicada, roja como la sangre y oscura como la maldad.
El palomar como guarida, la amistad puesta en entredicho, el amor guardado en una caja de seguridad y una curiosa pareja de agentes del orden, suegra y nuera o viceversa, al límite de sus propios principios, jugando al bien desde el mal y al mal que no es del todo bueno con la duda que se torna en confianza en el desempeño de su cometido.
Elegante desarrollo de una novela que podría ser perfectamente adaptada a la pantalla, en la que podemos jugar a imaginar rostros, siempre morenos, con peluca, desechos por el dolor y por las inclemencias que solo un par de tijeras pueden ejercitar en el aspecto de u disfraz cargado de humanidad. ¿Por qué murió el hijo, inocente? Puñaladas en el corazón, ficticias, que recuerdan a las que fueron infringidas en la realidad por un monstruo, puñaladas de culpa y de impotencia, recuerdo vivo de que la promesa se cumpla aun cuando implique muerte y desolación. Todos somos fugitivos y es ahí donde se encuentra el dilema al que verdaderamente nos hemos de enfrentar.
Reseñado por Francisco Javier Torres Gómez