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«La edad muerta» de Josefina Rayuela

En 1980 Ángela vive una feliz infancia con ocho años, disfruta y se conoce a sí misma a través de su profunda introspección y de su bonita relación con sus amigas y su familia. Posee una gran capacidad para las artes y una profunda predisposición por la astronomía. Todo transcurre plácidamente en su vida, hasta el día que, junto a otras compañeras de clase, se marcha de vacaciones a un campamento escolar de verano al norte de España, organizado por el propio colegio. Pero este viaje no solo marcará el fin del periodo escolar, sino también el fin de su infancia. En el albergue hay oscuros secretos que deberían haber salido a la luz mucho antes.

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Impresiones

Un libro peculiar donde los haya. Comienza a narrar la protagonista una historia que no sabes a dónde llegará. Lo hace sin prisas y parece que todo quedará en una aventura más. Un grupo de niñas de ocho años que termina el curso se embarcan en una excursión a Asturias. Lento desarrollo de los preparativos, expectativas e intenciones.

Y así se va configurando el carácter de ciertos caracteres llamados a convertirse en protagonistas hasta que, inevitablemente, tiene lugar el suceso que todo lo cambia, que todo lo complica: es cuando se despiertan los sentidos y despierta nuestro interés por una trama sin muchos altibajos, carretera en la meseta que, de pronto, penetra en las montañas de la incertidumbre. Y nace el pecado, y aparece el diablo y se nota la ausencia de Dios, que espera a que todo se consuma para intervenir, tarde, pero obra de oficio.

Peculiar puesta en escena de un argumento no original pero sí bien trabajado, configurando una novela que termina por convencer, que va de menos a más y que requiere cierto oficio para degustar todo el jugo que desprende.

Llama la atención la madurez que se le otorga a la niña, quizás excesiva, por encima de la que exhiben sus compañeras de clase, meros instrumentos para dar más realismo a los hechos que se pretenden contar. Ángela se pone al mismo nivel intelectual que sus tutoras e incluso que su madre, y hace lo que puede para escapar, para soportar, para digerir y para olvidar los hechos que la llevarán a una adolescencia sin sentido en la que la muerte esperará al otro lado del precipicio al que empujan las circunstancias. Será en un futuro no narrado con detalle cuando encontremos las respuestas a las preguntas que nos formularemos conforme las escenas sean proyectadas delante de nuestras narices y de ese modo nos convertiremos en jueces de lo inevitable.

Conflicto eclesiástico-seglar polémico y muy socorrido, que es tratado con frialdad con el fin de desmarcar la narración de los estereotipos adjudicados al género, a la temática y a la angustia que rodea a todo lo que sucede en las 283 páginas que alcanza el relato.

No debemos de perder de vista la figura del policía de turno, quien se encarga de una investigación fácil que, sin embargo, es planteada como problemática. Un albergue con demasiadas aristas en las que descansan secretos inconfesables. Pero el crimen y la ignominia son fuertes aliados de los poderes encargados por velar por la seguridad de los indefensos y, como era de esperar, cualquier huella de un delito relacionado con la Iglesia, desaparece para siempre…

Puntuación: 4 de 5.

Reseñado por Francisco Javier Torres Gómez

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